lunes, 13 de septiembre de 2010

LA MULATA DE CÓRDOBA




Cuentan que había en el lugar una hermosa mujer cuya procedencia nadie conocía. No se sabe el sitio exacto donde vivía, aunque los viejos relatos aseguran que tuvo su casa en la hacienda del la Trinidad Chica, que en aquellos años era propiedad de los Marqueses de Sierra Nevada; otras consejas nos dicen que en una vetusta casona que abría sus puertas sobre el antiguo Callejón de Pichocalco, rumbo al arroyo Pedregos mas tarde llamado Río de San Antonio, y su recuerdo hasta nosotros a través del tiempo envuelto en el misterio y la leyenda, solo con el romántico nombre de la Mulata de Córdoba.

Según los datos antiguos era tan hermosa que todos los hidalgos del lugar estaban prendados de su nacimiento a las castas incluidas dentro de la clasificación que en los trescientos años que duro la colonia fueron tratadas con desprecio, y señaladas como inferiores por la ignorancia y la intransigencia de la época.


Sin embargo, dice la narración, que la Mulata de Córdoba era orgullosa y altiva. Por el color de su piel y su condición de raza, vivía ajena a todo trato social, extraña a las rancias costumbres de la época y alejada de los círculos donde entre linajudas Señoras su presencia hubiera sido considerada como un escándalo y una herejía.


Sola y altiva, los recuerdos la evocan recorriendo a pie las polvorientas calles de la Villa, camino al Templo, o por senderos y veredas buscando las cabañas de los esclavos a quienes socorría y curaba, pues parece que era muy entendida en el Arte de la Medicina.


A la luz de la luna, bajo el silencio de las estrellas, cruzaría la desierta Plaza Mayor escoltada por el Mayordomo de alguna casa rica donde en secreto era esperada con impaciencia por la orgullosa dueña que deseaba consultar los horóscopos.


En esta forma y con el correr de los días la fama de la bella Mulata se fue extendiendo poco a poco en el poblado. Bajo el largo y pesado chal donde oculta el rostro y la figura, no falto quien adivinara, al pasar, los hermosos ojos grandes y llenos de misterio y la boca sensual y roja. Pero en vano fue requerida de amores, las puertas de su casa permanecieron siempre cerradas para los enamorados galanes y los caballeros mejor nacidos de la Villa se vieron rechazados teniendo que aceptar humillados su derrota. Estas razones que en otra dama de mas condición hubiera sido vista como virtudes en ella, de obscuro origen y que además vivía rodeada de enigmas, dieron lugar a que se tejiera a sus alrededor relatos y consejos.


En aquellos años de epidemia y calamidades cuenta que valiéndose únicamente de las muchas yerbas que conocía, empezó a realizar curaciones que parecían maravillosas, a conjurar tormentas Y a predecir temblores y eclipses, y pronto la superstición se encargo de decir que la hermosa Mulata tenia pacto con el Diablo.


Como vivía sola y se ignoraba el origen del oro que gastaba y la procedencia de los costoso vestidos que no obstante ser austero estaban hechos de finísimas cedas; y viendo que no admitía la protección de ninguno de aquellos opulentos hidalgos que la cortejaban, se dio por aceptado que la joven había otorgado sus favores al Demonio quien a su vez la llenaba de mágicos poderes.


Decían que por las noches en la casa donde vivía se escuchaban extraños lamentos viéndose salir llamas de las cerradas puertas, y cuando alguna persona siguiendo los pasos la espiaba por obscuros callejones y atajos, convertida en una horrible alimaña atacaba al curioso, perdiéndose después en las sombres de la noche sin dejar rastro.


Se comentaba también que había sido sorprendida al entrar a su vivienda volando sobre los tejados, con la negra cabellera flotando en el aire y envuelta en mágicos resplandores. Sabia fabricar filtro de amor tenia poder para curar o hacer el mal de ojo, y su belleza que aumentaba de día seguía siendo atribuida a sus malos tratos con el señor de las tinieblas, quien dio fe de haber hablado con ella en la Capilla del Reino cuando la Mulata, que no se había ausentado de Córdoba, precisamente en esas fechas realizaba en el poblado algún extraño prodigio.


Todas estas consejas llegaron pronto a oídos a el tribunal de la inquisición, muy severo en aquellos años con los adivinos y ensalmistas quienes castigaban durante en los famosos Autos de te para escarmentar de embusteros y charlatanes, sin distinción de clases a personas, no sabemos si la Mulata fue sorprendida, practicando la magia, pero los viejos relatos afirman que conducida al Puerto de la Veracruz, se le hizo encarcelar en el Castillo de San Juan de Ulúa para ser juzgada por hechicera.


En aquella vetusta fortaleza cuyo muro de diez metros de espesor que fueron empezados a construir en 1582 acusaban horror a los prisioneros, pasaban las horas tras los pesados barrotes de su lóbrega celda custodiada por un antiguo carcelero.


Un día la hermosa joven quien a base de buenos tratos se había ganado la estimación de su guardián, le rogó amablemente que le consiguiera un pedazo de gis. Extrañado al principio por tan raro antojo, pero deseoso de servir a su bella prisionera, el hombre lleva a la celda lo que se le pedía.


Dice la leyenda que la Mulata dibujo entonces sobre las sombrías paredes un aligera nave, que con las blancas velas desplegadas para mecerse sobre las olas. Después, volviéndose al carcelero que preguntaba admirado que significaba aquel prodigio, cuenta que la joven, con una encantadora sonrisa, le contesto que en ese hermoso velero iba a cruzar el mar y dando un gracioso salto subió, diciéndose adiós al asombrado guardián que la vio esfumarse con la nave por una esquina en el obscuro calabozo.


Cuando el mágico relato que pasaba de boca en boca y llenando de asombro a los habitantes de la Villa Rica llega a oídos de Don Pedro Nuño el anciano y noble señor visita el Castillo de San Juan de Ulúa con el deseo de interrogar al extraño carcelero, dándose cuenta que el infeliz hombre había perdido la razón. Abrazado a lo herrumbrosos barrotes de aquélla vacía y cerrada celda repetía como un estribillo el mismo maravilloso episodio, saludando con la mano a su bella prisionera a quien veía perderse a lo lejos, libre y hermosa sobre la blanca espuma del mar.


Del fondo del recuerdo, a través de la bruma de los siglos y envuelta en los ropajes de la fantasía, la Mulata de Córdoba, pasa entre nosotros altiva y misteriosa dejándonos un suave perfume de poesía y leyenda.






Después de haber leído esta maravillosa leyenda, a continuación observarás una clase planeada que se llevará a cabo en tres sesiones, te sugerimos que las lleves a la práctica puesto que así tendrás un aprendizaje más significativo. 

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